La Organización de las Naciones Unidas pronostica que 130 millones de personas en el mundo sufrirán de hambre a finales de 2020 a causa del covid-19.
La paralización de las actividades económicas, especialmente en el sector agrícola, ha disminuido la distribución de alimentos. Para una parte de la población se han encarecido, pero hay otra que no ha podido acceder a ellos.
En otros lugares como Israel, el brote provocó el regreso de las protestas. Estas, cuyo objetivo es pedir mayor atención social, se llevaron a cabo en varios puntos de las principales ciudades, tomando en consideración las medidas de bioseguridad y el distanciamiento social. Pero la situación más preocupante se presenta en África, un continente de por sí afectado por la falta de alimentos. En algunos países la pandemia profundizó los problemas de malnutrición que obligó el trabajo por parte de algunos gobiernos en programas para paliar el hambre y disminuir la ira por la desigualdad social.
El impacto socioeconómico de la pandemia de COVID-19 en América Latina y el Caribe puede dejar alrededor de 14 millones de personas vulnerables al hambre este año.
«Es vital y urgente que brindemos asistencia alimentaria a la creciente cantidad de personas vulnerables en la región, así como a aquellos que dependen del trabajo informal. Todavía tenemos tiempo para evitar que la pandemia COVID-19 se convierta en una pandemia de hambre», dijo Miguel Barreto, director regional del Programa para América Latina y el Caribe.
La estimación sugiere que 10 millones de personas más podrían ser empujadas a la pobreza y el hambre en 11 países de la región, incluidos los pequeños estados insulares en desarrollo en el Caribe.