Las autoridades refuerzan la seguridad en todo el país por la convocatoria de una movilización de la ultraderecha. El expresidente difunde un vídeo en el que insiste en que Lula “no ganó las elecciones” y lo elimina poco después
Un miembro de la Fuerza Nacional de Seguridad Pública de Brasil, ante el Palacio de Planalto, en Brasilia, este jueves.
Brasil vive horas de máxima alerta este miércoles porque el bolsonarismo más radical, un movimiento amorfo que sigue al ultraderechista Jair Bolsonaro, ha convocado movilizaciones en todas las capitales del país tres días después de que varios miles de ellos asaltaran con enorme violencia, y enorme facilidad, las sedes de los tres poderes de la República. La explanada gigante donde se ubican las sedes de la Presidencia, el Supremo, el Congreso y los ministerios está cerrada al tráfico y se ha reforzado la seguridad en la zona y en todo el territorio nacional con un amplio despliegue. El epicentro del ataque del domingo está tomada por antidisturbios y miembros de la Guardia Nacional. El Tribunal Supremo ha ordenado a las autoridades que impidan cualquier intento de bloquear calles, carreteras u ocupar espacios o edificios públicos.
El presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, que quería volver a la normalidad y dar el impulso definitivo a su recién nacido Gobierno, ha lanzado una advertencia a los que, por la vía de la agitación, quieren hacerle la vida imposible: “Cada gesto contra la democracia brasileña será castigado”, ha advertido el mandatario, que asumió el poder el 1 de enero y vio con espanto cómo una semana después la democracia brasileña sufría el ataque más grave en casi cuatro décadas.