El violeta se toma las calles, y las redes sociales, cada 8 de marzo. Identifica universalmente la lucha por los derechos de la mujeres en un mundo donde aún impera una dolorosa desigualdad. La elección del color no es casual: es uno de los legados del movimiento sufragista que abrió camino en la batalla moderna por la igualdad.
El violeta representaba «la sangre real que corre por las venas de todas las sufragistas, el instinto de libertad y dignidad», mientras que el verde se asociaba con la esperanza y el blanco con la pureza, recuerda el Servicio de Parques de EE.UU. en un una explicación de los símbolos asociados a esta lucha del siglo XX que también incluyó a animales como los pájaros azulejos y flores como los girasoles.
La influencia del movimiento del Reino Unido —donde las mujeres obtuvieron el derecho al voto en 1918— cruzó el océano Atlántico: múltiples organizaciones de Estados Unidos adoptaron los colores de sus compañeras de lucha británica.