Al hacer deporte respiramos más rápido y, por tanto, el riesgo de transmisión de la enfermedad que causa el SARS-CoV-2 es mayor. De hecho, este es uno de los motivos por los que ante corredores en la calle o entre ciclistas, u otros deportistas, se debe mantener una distancia todavía mayor a la de 1,5 metros recomendados. Se ha dicho que más de dos metros. Esto siempre que no se use mascarilla, reseña Hipertextual.
¿Cuál es el problema?: El problema es cuando se le añade una mascarilla a un ejercicio intenso, como puede ser correr o ir en bicicleta. ¿Es peligroso llevarla? Pues según apunta Lidsay Bottoms, experta en ejercicio y fisiología de la salud en Universidad de Hertfordshire, en The Conversations, puede serlo. Por tanto, deporte y mascarillas no parecen ser buenas compañeras. O, al menos, según el pequeño experimento que ha llevado a cabo Bottoms.
«Cuando hacemos ejercicio intenso, nuestros músculos producen ácido láctico, lo que causa esa sensación de ardor. Luego se convierte en dióxido de carbono y se exhala. Pero, ¿qué sucede si el dióxido de carbono queda atrapado por la mascarilla? A medida que pasa del ejercicio moderado al intenso, es posible que vuelva a respirar dióxido de carbono, lo que puede reducir la función cognitiva y aumentar la frecuencia respiratoria», indica Bottoms.
“También puede haber menos oxígeno en el aire reciclado, lo que podría imitar el ejercicio en altitudes más altas. Por lo tanto, es importante que comprendamos mejor las limitaciones del ejercicio intenso con mascarilla».
Esto no tiene por qué pasar en todos los deportes, por supuesto. De hecho, es más probable que suceda en actividades que ya de por sí llevan máscara o que son muy intensos. Pero todavía no podemos saberlo.