El problema de la IA es que trata de resolver cuestiones sobre la sociedad que deberíamos afrontar de otra forma
Uno de los grandes mitos que rodea a la innovación tecnológica es su promesa sobre la creación de cosas nuevas. De esta forma, pareciera como si ChatGPT fuera la última expresión del desarrollo de la humanidad hacia lo más elevado de la historia. Después de que el buscador de Google alterara la manera en que accedemos al conocimiento, creando una suerte de biblioteca digital universal, el prototipo de chatbot de Microsoft habría venido a reconfigurar nuestra relación con la educación, el mundo del trabajo y alterar radicalmente las relaciones humanas.
Ni es inteligente ni es artificial: esa etiqueta es una herencia de la Guerra Fría
Al margen de que la lógica de ChatGPT es heredera de los tiempos de la Guerra Fría (la comparación de patrones, diseñada para predecir y reaccionar en los entornos de guerra), al igual que ocurre con el buscador o el sistema GPS de Google u otras tecnologías como el iPhone, la obsesión por clasificaciones de las ideas aparentemente racionales ilustra un suceso paradójico: la irracionalidad detrás de la forma en que entendemos la técnica.
De un lado, porque trata de solucionar los problemas que el mundo digital “anterior” había creado, lo cual termina creando más problemas. Es lo que Evgeny Morozov ha denominado solucionismo: dado que esta inteligencia artificial ha sido entrenada con miles de millones de páginas e información procedente de Internet, lo que hasta hace poco coincidíamos que era un océano de noticias falsas, muchas de las respuestas que entrega son poco atinadas. Si bien tiene capacidades para generar texto, esta herramienta representa algo así como una forma de institucionalizar la desinformación, aunque ahora con plugins y sofisticados prompts.
¿Pero, alguien cree que esta será la técnica que los libros de historia recuerden como la biblioteca del siglo XXI del mismo modo en que lo fueron, por ejemplo, instituciones culturales semejantes creadas en El Escorial por Felipe II? El problema es que ChatGPT trata de resolver cuestiones sobre nuestra sociedad que deberíamos afrontar de otra forma. Por ejemplo, en lo relacionado a la educación, ¿el problema es que una máquina sea capaz de crear disertaciones de manera automática o que los sistemas públicos de educación (que han sufrido los recortes primero, y la googelización después) sigan siendo incapaces de gozar de innovadoras infraestructuras digitales propias?
